lunes, noviembre 13, 2006

Chapapote. Año IV


Chapapote. Un palabro cuya existencia desconocíamos, y que para siempre quedará ligada al hundimiento del petrolero Prestige. Una catástrofe écológica que sucedió hace cuatro años y cuyas consecuencias serán patentes durante décadas.

Recuerdo que aquel verano del 2002, al volante de un destartalado Fiat Tipo, recorrí prácticamente toda la costa peninsular. En la etapa gallega aproveché para visitar las islas Cíes. Una maravilla de arenas blancas y aguas cristalinas comparables a cualquier postal del Caribe o las Maldivas. En la vida hay parajes que quedan marcados para siempre en tu memoría y éste es uno de ellos.

La mañana del 19 de noviembre de ese año me desperté con la noticia del hundimiento del Prestige. Tras seis días de acumular incompetencias el casco del buque se partió en dos liberando al mar su carga de fuel. Se vivieron meses de playas negras y monos blancos de trabajo. Fueron tiempos de tristeza y rábia.

Y cuando todo parecía ya olvidado, resulta que el chapapote sigue siendo un problema: el Prestige sigue soltando fuel, las 60.000 toneladas de residuos están a la espera de que alguien se decida a procesarlas, en las playas gallegas hay un estrato de fuel a un metro de profundidad, no se han costruido los buques anticontaminación prometidos y no se han establecido "refugios" a los que llevar buques accidentados.

Y todavía hay quien dice que no fue para tanto y que ya está todo solucionado. En fin...

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